Amanece en Etiopía

Amanecer en Etiopía

A finales de julio, en Addis Abeba, hace frío por la mañana. La humedad se enrosca en los huesos mientras ascendemos por la carretera que, casi nueve horas después, nos dejará en Dessie. En pocos kilómetros las últimas trazas urbanas han quedado atrás. Despunta el día con ganas de ganarle la mano a la lluvia que todos hubiesen deseado que llegase antes. En algunas casas el humo y el vapor traspasan los trenzados tupidos de los tejados. Se intuye que en el interior hay una lenta ebullición: un fogón para el almuerzo, el ganado que calienta las tinieblas, la pasión de una pareja.
Y al pie de la carretera un hombre que madruga más que el sol busca quien lo lleve a alguna parte. Amanece en Etiopía, que no es poco.

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